1.5.08
55
No conocí a mi abuela Selene, pero tengo algunos datos muy precisos sobre ella. Era bailarina. Gustaba de los chistes más simples, casi tontos, algo que le heredamos todos sin excepción. Además, se reía tan fuerte en el cine, que sus hijos optaban siempre por cambiarse de butaca. El primero de mayo de 1953, un súbito antojo de rompope le irrumpió en el cuerpo. Estaba sumamente embarazada y podemos asumir (baste para ello un mínimo de observación a su descendencia) que era bastante terca. Rompope, rompope, quiero rompope. Así que mi abuelo Ramón partió en búsqueda del rompope. Era día del trabajo, nadie trabajaba. No era trivial encontrar rompope, pero el abuelo haría hasta lo imposible. Recorrió la ciudad evitando comercios cerrados y penetrando cantinas abiertas en búsqueda del dulce licor para su bien amada. O como quien dice: se fue a empedar. Para cuando volvió, había nacido su hija Selene. Lo demás es historia. Con los años, el fruto de aquel parto fue diversificándose en múltiples personalidades hasta llegar a ser el único, el verdadero, el favorito... Duende. (Ahora: dar clic aquí.)

Felices 55, Duende mío. Que sean largos y alegres. Que bailen a tu son.
(Y do please notice: 55 suma 10, que es por excelencia el número de la excelencia.)
Ámote. Deeply.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 11:29 ¤