5.5.07
lo sembrao
Ayer el Duende y yo fuimos a ver cantar a Pescetti. No habíamos sido partícipes de una regresión tal desde que fuimos a ver los títeres des Tuileries. Al menos esta vez no nos preguntaron dónde estaba nuestro niño, sino que pasamos desapercibidas entre cientos de enanos -una gran mayoría en pijama- que aventaban cojines arriba, a los lados, al vecino, a mi cabeza, etcétera. Canté a grito pelado yo soy un niño canibal y recordé alegremente aquella ida a Oaxaca. Extrañé both a la Chini y a la Tere, fans superiores. Más tarde le puse al Duende The secret, esa película según la cual tu vida puede cambiar si tan sólo piensas los pensamientos correctos. A la mañana siguiente, durante el desayuno, decidimos que -a la chingada, no further questioning- intentaríamos pensar positivo y atraer así todo lo que siempre hemos deseado. Luego nos dispararon.

Ahora que mi madre se ha regresao a su rancho y pasa el tren de las siete, rememoro algo que dije ayer. Fue a Gaby, una niña de "cuatro años y medio" que, cuando interrogada sobre si había bailado mucho durante el concierto, me contestó muy segura de sí misma: sólo dos canciones eran para bailar. Yo bailé más, le dije. Silencio. Se puede bailar en todas las canciones, agregué. Silencio. Bueno, ya me voy Gaby, adiós. Empecé a alejarme. A los tres pasos Gaby me alcanzó: ¿Se puede bailar en todas las canciones? En toooodas, le dije, puedes bailar siempre que se te antoje, no importa en dónde estés, todas las canciones son para bailar. No further questioning: Gaby sonrío para ella sola, dio media vuelta y se regresó a su mesa. Llámenme optimista pero, si mañana vuelven a dispararme y me atinan, yo ya algo sembré.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 20:11 ¤