7.8.08
zoo zoo
Mi amigo Andrei es un cerdo. Como yo, del ochenta y tres. Hace mucho no lo veía. Hoy vino a comer. Vino también Tryno, que hace mucho no veía y es serpiente. Del setenta y siete. Comimos ensalada griega los tres, mientras Piropos paseaba por la sala su recién adquirida hiperactividad. Piropos es un gato, aunque si los cálculos del veterinario no fallan, también es una rata. Del 2008.

Con Tryno hablé sobre los cuentos que una vez más prometí enviarle. Cuando se fue, hablé mucho con Andrei sobre el auto-sabotaje: el modo en que dejamos que la tristeza o la dispersión filtren nuestras cotidianeidades, quitándole tiempo/espacio a hacer lo nuestro. Lo que él llama nuestras “happy things”. Para mí es escribir, para él son las mates. Escribir sin parafernalias: la hoja y yo. Hacer mates sin prejuicios: la ecuación y él.

Cuando Andrei se fue, me dije que me sentaría a trabajar esos cuentos. Pero antes, salí a comprar cigarros. Al volver, vi a una chica abriendo la puerta de a lado de mi casa. Le pregunté si había rentado el departamento y me dijo que sí. Me presenté. Se presentó. Le dije: Tengo un gato y tengo miedo de que se meta por tu ventana. Me dijo: Qué bueno que me dices porque yo tengo una rata. Le dije: ¿Una rata mascota o una rata que se metió? Dijo: No, no, es mi rata. Agregó: Es una rata egipcia.

Pensé en explicarle que mi gato también es una rata, mexicana, en el horóscopo chino. Pensé en preguntarle como por qué alguien traería una rata desde tan lejos habiendo tantas aquí. Dije: Les ayudo -había hecho aparición su marido- a bajar cosas del coche. Cuando terminamos, volví a casa y abrí la compu para escribirle a Nydia.

Nydia es gallo, del 81, y había intentado rentar el departamento de a lado. Ella y su marido, Alejo, que no sé qué es, pero sé que tiene un perro. O perra, porque se llama Jobita. En mi novela también hay una Jobita. Es una tortuga y se llama así porque Tryno le puso ese nombre. Jobita, la mía, es perro. Del 2006.

Así que yo había imaginado una feliz cotidianeidad compartida de patio a patio con Nydia y Alejo. Mis cubiertos, sus vasos, mi gato-rata, su perro-tortuga, en fin, all our happy things. Y aunque la chica de la rata egipcia y su esposo parecen simpáticos, cuando cerré la puerta, prendí la compu y tenía cigarros, me invadió una cierta nostalgia de lo que no será.

Supongo que es la misma nostalgia de cuando murió Ramiro (2004-2008, chango), llevándose consigo todos esos textos míos a medias, los textos que no serán. Y supongo que es justo una nostalgia del tipo invasora. De la estirpe a la que yo le abro de par en par las puertas, a la menor provocación.

La compu sigue abierta y el cuento cerrado. (¿Es así como pasan las horas, como pasan los días, como se arman los blogs y como uno se aleja sutil pero perceptiblemente, de sus happy things?) Abierta, la compu dictamina: hoy ya es mañana. Siete de agosto. Es cumpleaños de mi primo Ruy (que es rata) y de mi abuelo Ramón (que en paz descanse).

Quizás escribir, cocinar, hacer mates, en general crearse las happy things, no es más que entrarle -de par en par abrirle la puerta- a la eterna batalla de lo posible contra lo pasado. De la experiencia vs la añoranza.

Concedámosle sabiduría a los horóscopos: si nadie predice lo que no será, es porque “lo escrito” depende únicamente de la primera piedra. De las estrellas en el momento del inicio. De la hoja en blanco. Y lo demás -lo ido o no llegado, los puntos finales, las lápidas- es lo de menos. Porque está fijo, porque está muerto.

Sin parafernalias, la ecuación y yo, digamos que comencé a entristecer a los tres años de edad. Anoto : 1986 : mis nostalgias son un tigre.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 01:41 ¤