17.8.08
matanza en creel
hubo un derrumbe y ayer no pasó el tren. tuvimos que quedarnos en creel. norberto, que ya tenía otro grupo grande ocupando la cabaña, nos recibió con su usual serenidad y nos dejó acampar entre sus caballerizas. ni modo, nos dijimos, un día más en creel. creíamos que ya lo conocíamos todo, pero es falso, porque apenas anoche creel cambió para siempre. no exagero: anda cabizbajo y desconcertado de un modo en el que ni él mismo se reconoce. quizás en unos días, los nuevos turistas creerán ver el mismo pueblo que yo aún conocí, pero es falso: bien adentro, en la entraña y la memoria, creel ya no es lo que era.

ayer fue 16 de agosto: mi amiga valeria cumplía 25 años y bajé al pueblo para llamarla. de regreso, pasaba norberto y nos ofreció aventón. gleda y yo nos trepamos a la pick-up, ya bastante llena de los "franceses de lo otro grupó". y luego, en el preciso instante en que giramos a la izquierda abandondo la calle principal, empezó la balacera.

todos pensamos que eran fuegos artificiales. todos, incluso norberto, que paró la camioneta para que viéramos los cohetes. estábamos en una boca-calle, yo de pie sobre la pick-up, viendo el humo y oyendo los cohetes que no lo eran, cuando la gente empezó a correr. un señor jaló a sus niños para meterlos en la casa. yo golpeaba el techo de la cabina de la camioneta, hasta que vimos aparecer uno con metralleta, corriendo a escondidas de nuestro lado. entre nuestro lado y el lado del humo, había sólo una casa. sólo norberto, gleda y yo vimos el arma. no dijimos nada para que no cundiera el pánico entre los adolescentes, que -exactamente como nosotros- no entendían lo que pasaba.

fueron catorce los muertos.

de los catorce, seis tenían menos de 20 años. uno tenía dos y murió en los brazos de su padre, profesor de la primaria de creel.

fueron 14 los muertos y medio creel estaba emparentado. anoche, ya bien entrada la hora de los rezos, para no traer a los chavos al pueblo venimos a comprar comida. no habìa nadie en las calles. policìa circulando, gente yendo a la funeraria, todos con el gesto distorcionado. mientras esperábamos los 23 hot dogs, escuché la charla, a media voz, entre norberto y la gente del puesto. también se echaron al felipe. ¿el hijo de fredi? ése mero. pero si era bien tranquilo, ni pistiaba. le dejaron un boquete de este tamaño en la garganta... luego tuve que alejarme porque no aguanté las descripciones de los cadáveres, que aún sostenían la posición, puesto que para mover los cuerpos había que esperar la llegada de los peritos de chihuahua...

mientras yo, ya de vuelta al campamento, repartía hot dogs y papas entre veinte adolescentes agotados, como trasnochados de haberse quedado primero sin tren y luego sin entender un carajo, empezó a llover.

nadie lo decía, pero era imposible no pensar en los cuerpos, inertes a media calle, el terror moldeando la última posición que conocieron. era imposible no pensar en la lluvia cambiando de color sus ropas, inundando sus cavidades, golpeándoles los ojos con el tamborileo despiadado de su gota a gota.

a salvo de la tormenta, mirando caer el agua sobre el pueblo desde nuestro asilo, cómo no diluirse en la idea de aquellos catorce gestos de sorpresa, finales y ensangrentados, cómo evadir la imagen de la lluvia desdibujándoles la vida, y de la sangre deslavándoseles.

me era imposible no pensar en felipe y su boquete, de este tamaño, en la garganta; o no pensar en las muchas balas que terminaron por atravesar la frente del hombre con quien esa misma tarde habíamos hablado, para negociar el precio de las cicletas que nos rentó; o no pensar en un niño de 2 años, aplastado por el peso de su padre, que debía ser enorme: el peso de la desesperación por protegerlo. un niño que, dicen varios, parecía dormido. primero hubo quien se acercó pensando que si no se movía era por el peso del cadaver encima, pero allí veían que no, dicen, porque no movía los deditos. y entonces daba vergüenza estar vivo, al pensar que ahora ya nadie se le acercaba al niño. ni la madre que tenía que llorarlo al otro lado del cerco de militares, ni los peritos que a saber por qué tardaban tanto, ni los pájaros que vienen con la sangre. y entonces había que callarse. llovía sobre creel y callábamos, buscando a escondidas cómo no pensar en los catorce muertos, o resignándonos, pensándolos a fondo: tan solos, tan fríos sobre el pavimento, con sólo la lluvia para abrazarlos.

ahora tengo que ir a tomar un tren y me pongo periodística. pienso que los "balazos" de los diarios corresponden a la lógica de los balazos reales: no hacen falta adjetivos, no hace falta adornar, el estruendo va implícito y es redondo: no hay otras palabras, no cabe la metáfora, lo de ayer sólo puede llamarese "matanza en creel"

ahora el pueblo está distinto. se sabe a ratos roto, a ratos sobreviviente. lo sobrevuelan dos helicópteros: uno azul oscuro y uno blanco con raya verde, no sé de quién serán. la calle està llena de militares, tira de toda índole y armas de mucho calibre. a buena hora, muchas gracias. (de todos modos, a los policías locales -con su pistolita 22 y su sueldo de mil varos la semana, nadie va a reclamarles que no se hayan acercado a la balacera...).

ahora el pueblo está desvelado, deslavado, los que abrieron sus tiendas te atienden sin mirarte. si alguno te pregunta cómo estás y dices "sacada de onda, como todos", entonces alzan la vista y platican contigo. estuvo muy duro, dicen. ¿a cuál conocías?, te preguntan. primera vez, primera vez, creel no es así, te aseguran. algunos te platican que sí, sus amigos son narcos y todos saben quién es quién y cuál juega a qué, pero que esto, esto...

y el doctor, mientras que yo le traduzco síntomas y él palpa a los enfermos, mientras que él diagnostica gastroenteritis y esguinces que yo maldtraduzco de regreso, me cuenta su visión de las cosas. y, cuando nos depedimos, me regala su conclusión resignada, de viejo sabio del pueblo: "que en creel eso ya no pasa, es algo que ya no vamos a poder decir más nunca..."

si hoy pasa el tren me voy de creel. me llevo 14 muertos en la cabeza, y un ligero pero constante temblor en las rodillas.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 11:34 ¤