9.5.08
para ustedes
tomando en cuenta esta otra entrada, creo que podemos deducir que estoy generando un patrón del tipo posteo-borracha-cuando-me-dedican-algo.

pero ps hoy fue el v aniversario de la fundación y, aunque ocurrió sin mayor percance, algo mueve.

decía mi amiga amanda (cuyo nombre con el tiempo disminuyó en el diminutivo del diminutivo y cuyo recuerdo, ahora que ya no vivimos juntas, crece), decía, ella, -y creo que inspirada en osho o alguno de esos gurues que desconozco- que cuando haces el amor con alguien, una cierta energía viaja de tu cuerpo a algún punto del centro de la tierra, y así mismo del cuerpo del otro; de modo que vayas a donde vayas sobre la superficie del planeta, esas energías siguen encontrándose en algún punto incierto, y variable, pero permanente.

y afirmaba que poseemos uno de esos "lazos energéticos", de distinto color o calibre, por cada persona con quien hayamos hecho el amor. eso decía mi amiga amanda. y aunque es una pachequez como cualquier otra, yo le sumaría (porque ya se sabe que prolongar pachequeces es mi hobbie), que la gente con la que has compartido casa generas algo parecido. quizá más tenue, quizá más frío, quizá más noble, no sé, no mejor ni peor, pero distinto, de otro tono, pero que nace de tu cuerpo y va a perderse en un punto de conexión muy lejano, casi imposible, pero un punto que existe. no es necesariamente ni cariño ni saudade, sino un lazo más bien neutro, visible sólo a ratos y sólo mediante la laberíntica personal de qué le activa a cada quien la memoria. (hay unos pastelillos que no pruebo sin recordar los pastelillos que escondía tania sobre el horno / oigo cantar a amanda y nos veo bailando en la azotea / veo un kayak y me remito a cuando en villa el kayak del pats inundaba nuestra sala / no se me cae una sola vez la cortina de la regadera sin que recuerde el día que gabriel y yo fuimos aros-de-cortina-hunting)

pues bien: la gente con la que yo compartí durante dos años la casa de la fundación -a pesar de que no nos peleábamos por quién se bañaba primero, ni a quién le tocaba lavar los trastes-, fueron también de algún modo compañeros de casa. gente de la que me separé sin saber cómo despedirme. generadores de un espacio que había (por sobre vivencia, casi) que hogañerizar.

un espacio del que esta noche no quedaba casi nada. hoy ese espacio estaba disfrazado. porque hoy tiraron la casa por la ventana en toldos y flores. porque había vino y manteles y canapés y un exceso de invitados vip. nada de hogareño en aquel patio, ni un residuo amable de las cotidianeidades que allí compartimos. pero una casa es también, y yo diría que ante todo, su gente. y una buena parte de la gente que para mí fue esa casa, estuvo hoy allí.

parte del lujo celebratorio fue impreso y encuadernado, en una bonita antología con el título –y nótese aquí el derroche de falsa modestia- "muestra de literatura joven de méxico". y yo, como cuando terminé la secundaria (o sea que esta vez también fue por imitación) tomé uno de mis ejemplares y recorrí el recinto solicitando dedicatorias.

y por eso vengo, una vez más, a escribir borracha en este glob. porque las acabo de leer y me emocionan. porque la gente con la que alguna vez compartí desveladas eternas, desmañanadas tediosas y un millar de cafés, es también la gente de la que soy un pedazo: la gente cuya huella puedo reconocer, una tarde tres años después, en un gesto de mis manos, en un quiebre de mi prosa, en un ondular de la cabeza: arriba-abajo: concedo o contrargumento. dar el avión, aprender a dar el avión sin dejar de escuchar, aprender a aferrarse a la disputa y alargar la charla con tal de nunca dar el avión, son todos aprendizajes de un exceso de bebidas compartidas entre... -ah ese estatuto mamón, insoportable, casi inverosimil y por demás insostenible del "ser becario".

pero al final de la noche uno puede sacudirse eso. no somos eso, no lo fuimos nunca: ¿para qué vamos a etiquetar la circunstancia que nos albergaba? es lo que había, y lo que había nos acercó.

y las cercanías, ya se sabe, se disuelven en el tiempo, se deslavan con las distancias, pero bien pueden reavivarse por un instante, mediante el mecanismo más arcaico, más humano y más falible que tenemos: el vernos otra vez y -odios, cariños y rencores aparte- recordarnos.

y todo eso sería nada
si no fuera
porque al recordarnos nos re-consideramos.

y porque en esas reconsideraciones bien podría abrirse una grieta fresca
una puerta nueva
para reinventarnos.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 04:00 ¤