Se oyó un choque y luego gritos. Salí al balcón. Eran dos coches plateados, pegado uno contra el otro. El de enfrente era pequeño y de él bajó una mujer. El de atrás era amplio y desde el interior un hombre le gritaba a la mujer: ¡¿Está loca, o qué?! De pronto el hombre metió reversa, retrocedió un metro –la mujer, como yo, pensó que estaba por huir e hizo ademán de detenerlo- pero no: el hombre aceleró. Con el impacto el coche pequeño salió disparado un par de metros hacia delante. Me llevé la mano a la frente y abrí la boca. El hombre repitió la acción con más fuerza y el coche pequeño fue a rebotar contra una camioneta estacionada. Yo quería gritarle a la mujer que me dijera las placas, pero estaba congelada. Ella se subió a su coche, después de varios intentos logro arrancar y se fue, él la siguió con un arrancón. Salieron de mi cuadra y no sé qué siguió. Yo me quedé así un rato, con la mano en la frente y la boca abierta. Unos chavos pasaron caminando. No habían visto nada. Cantaban.