29.10.07
lo que no puede decir la z
En Bogotá llueve. Pero hay ley seca porque hubo elecciones. La gripa -hija de un aguacero en Sao Paulo- me crece. Me doy un baño. Cuando yo era chiquita si prendías la tele de un hotel oías otros idiomas, veías otras cosas, hoy todo es sonienterteinmentelevishon. Todo es fashion. Tenemos que enflacar, tenemos que tener esos lentes, tenemos ataques de pánico. Tengo muchos escalofríos, creo que es fiebre. Daría el planetario de allí enfrente por un abrazo. Nunca entendí bien por qué se dice “enfermo como perro”. A menos claro que se refieran a Julius, el perro de Benjamin Malaussene, que sufre de epilepsia.

Dicen en la tele que en Argentina ganó la Kirchner. Dicen que los peronistas compiten por ver quién es más peronista, y que los radicales por ver quién es menos radical. Acá para alcalde parece que ganó un tal Samuel Moreno, no tengo idea a qué ista pertenece.

Estoy enferma como perro y soy toda sed, toda saudade. Llamo a la recepción para preguntar la hora y me responden: ¿señora? Ah, Colombia... Resulta que es la misma hora que en mi computadora, o sea que en México y a mí ya me están dando ganas de estar en casa. La gripa tiene siempre ese efecto. O quizás no se me han deslavado todas las caipirinhas que bebí antes de volar.

A mi amiga Diana hacía 5 años que no la veía. La última vez fue cuando vine a Brasil, en eso que yo siempre digo que fue el mes más feliz de mi vida. Le escribí hace unos días casi sin esperanza de encontrarla, porque es de Río y porque era un mail viejísimo. Pero contestó: esta semana vi fotos de México y pensé en ti, vivo en Sao Paulo, ven a mi casa. Lo de las fotos yo no se lo creí, pero me puse muy contenta. Cuando salí de la oficina y llegué a su casa, lo primero que hizo después de abrazarme fue mostrarme un libro de Tina Modotti: “mira, porque yo sé que no me creíste”. Hay cosas que nunca cambian.

Diana vive con Pedro. Pedro fue al Amazonas, a Río Negro y me explica el fenómeno de cuando éste se junta con el Rio Solimoes. Se hace tanto barullo que se puede sufrear. La cosa se llama pororoca. El nombre proviene de una lengua indígena amazónica. Claro, no iban a ser los uruguayos con su río tranquilo los que lo pudieran nombrar. Les digo que ese fenómeno ni en la tele lo he visto y Diana se ríe mucho porque a su mamá le gustan los programas del discovery, y desde que ella tiene memoria esos programas hablan siempre de lo mismo, tanto que al discovery ella le dice “el canal del pororoca”.

Hacemos panes de queijo de polvito y Pedro es el rey de las caipirinhas. Caminamos al SESC (tendría que escribir un panfleto arquitectónico-social para decir lo lindo que era ese sesc) y hay velada de samba. Eso que había escrito abajo, del privilegio del vocablo, loescribí antes de la noche de samba. Ahora quiero aprender la lengua y entender bien las letras. Cantarlas a tope, el corazón todo indignado por todos esos cavaquinhos que les fueron arrebatados a sus dueños en la dictadura. Olvidemos lo de volver siempre, habría que vivir en Brasil para absorberlo. Quedarse aquí, poner el cuerpo.

Esa expresión de "poner el cuerpo" siempre me ha chocado. La dicen en mi imaginario las morras newage que bailan bien y piensan bien y expiden esa peculiar sensualidad universitaria que yo nunca logro terminarme de creer. Pero anoche vi bailar durante más de dos horas a una mujer de más de 60 años. Ponerle el cuerpo. Hizo pareja con una niña de 16. Cada una había venido sola, a oír la samba con los pies y a que se les desvaneciera todo lo vivido en las caderas. Poner el cuerpo, digo, y así quisiera escribir yo.

La primera vez que bebí una caipirinha fue en París, Diana llegó a las 10 am y preparó botellitas para que nos las lleváramos a la fête de la musique. A medio día estábamos todos borrachos y por primera vez no nos hablábamos en francés. Es un mal hábito que raramente olvidamos, Diana y yo, pero esta vez lo logramos casi del todo, diciéndonos yo en español y ella en portugués que tenemos una de esas amistades buenas, raras, para las que el tiempo no pasa, y qué hacemos ahora, en dónde hemos estado, algo pasa con Brasil que está siempre dándole la espalda al resto de América Latina, tienes que venir a México, y tú a Brasil pero con más tiempo...

La última vez que rechacé una caipirinha fue en el 2002, en Porto Allegre, y fue inteligente porque algo les habían echado. Mi grupo quedó drogado en la primera ronda, una se cayó de la camioneta y otro, un payaso rumano, me atacó. No hay ningún eufemismo en esa frase: era payaso y era rumano y me atacó.

La última caipirinha que bebí fue hace no tantas horas, la preparó Pedro y no pude terminármela porque llegó el taxi que me llevaría a mi avión de madrugada. Los abracé y prometí volver con más tiempo, volver para quedarme. Diana me cree, lo sé porque dice que en lo principal yo no he cambiado: llego cuando menos me esperan, siempre aviso que estoy en el país cuando ya estoy y nadie sabe bien de dónde vengo ni cuánto me quedaré. Cinco años no son nada.

Brasil se escribe con S era el lema del carnaval en el 2002, ese año en que fuimos al Foro social mundial, yo vendiendo joyitas para comer y todos apilados en un autobús durante 24 horas, con poquísimos y muy endebles credos y que, al menos para mí, dejaron de serlo allí mismo for good. Tomamos un edificio abandonado en el centro de Porto Allegre, todos con las narices rojas que nos dio el rumano. Luego hicimos mucho show, recopilamos muchas firmas. Al final de la semana nos dieron 2 millones para la asociación y el edificio. Pero por lo demás todo eran quejas en el foro y para mí, de todos modos, Brasil no fue eso. Brasil fueron los alumnos de Diana en Mangueira, una favela de Rio donde intentábamos que los niños hicieran papel maché. Era difícil porque faltaban dos semanas para el carnaval y a los niños se les movían los pies y los hombros, qué iban a estar haciendo muñequitos si se los comía la expectación, si sudaban samba. Antenoche cantaron una que decía: al que no le guste la samba o está mal de la cabeza o está enfermo de los pies.

Depués de ese carnaval dos de los alumnos de Diana, dos niños, fueron asesinados en una calle de su favela. Brasil se escribe con S porque debajo de la violencia late una vida de bordes redondeados, alisados por cierto calor humano, porque al dolor lo redondea la samba, y porque nada de eso podría decirlo una Z.

Después de ese carnaval yo nunca más participé en una manifestación, nunca más hice teatro, ni me puse narices rojas, ni me busqué un tema. Me refugié buenamente en la palabra. En la flexible, la que es alérgica a los lemas. Quiero escribir y eso es todo, ponerle el cuerpo. No se baila igual un párrafo que un verso, no se desliza lo mismo sobre erres que sobre efes, que no vengan a decirme que puede escribirse sin el tacto que implica palpar las letras, sin la música que está intrínseca en la palabra, y sí, también cuandó sólo está escrita.

Bailando en el SESC se me renovó un credo: la escritura debe bajar al cuerpo. Y por bajar quiero decir venir, venir del cuerpo. Seamos honestos: no hay literatura sin ritmo. Demasiada cabeza entorpece la escritura. La atrofia como en general atrofia las cosas del amor.

No sé cuáles fueron los lemas de los nuevos alcaldes colombianos, ni recuerdo del todo el de Cristina. Me da igual, hace mucho que renuncié a la fausse espoir de los lemas, a la afiliación a cualquier ista. No quiero atarme a verdades que no tengan que ver con cierta musicalidad, con cierta emoción: sólo eso es cierto.

A tristeza e señora, desde que o samba e samba e assim. A lágrima clara sobre o pele oscura. A noite, a chuva que cai lá fora. Llueve todo en mí, pero amanece. Estoy enferma como un perro. Tengo ojeras y moretones y todo en mi cuerpo es palabra, porque fuera de ella estoy muy sola. Rebota un rayo de sol sobre el techo del planetario, lá fora. Bogotá reverbera.

O samba e pai do prazer, o samba é filho da dor.


Algo termina, algo empieza.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 11:26 ¤