28.9.07
LDC (léxico distrito capital)
5 am: un tinto, por favor
6 am: avianca hacia Cali (caleños), capital del Valle del Cauca (vallunos).
7 am: Don Rafa, trae un letrero con mi nombre.
7.30: Ingenios. Corteros. Etanol. Panela.
8 am: Y en medio de tanta caña: el parque industrial de Caloto.
8.30: Don Rafa me promete esperarme, y una sorpresa para cuando salga.

Siempre que visito una fábrica (esos seres ruidosos y autónomos que no duermen y cuyo pulso no varía) me asalta la misma admiración indefinida, por algo así como "el trabajo"; y al entrar se me figura sin falta la misma imagen: la boca del monstruo de Metropolis… Una señora me ofrece un tinto o sus productos. Elijo el primero: 8 am, tercer tinto del día, va a ser un día muy largo.

Me gusta estar en Colombia y decir “tinto”.

La vieja anécdota familiar sitúa a mis abuelos en una cena en Bogotá. Sientan a mi abuela junto a un negrote con el que ella platica toda la cena. En algún momento la anfitriona se acerca a mi abuela y le pregunta: “¿Le provoca un tinto?”. Mi abuela mira al negro, mira a la anfitriona y luego contesta: “No, si no me está haciendo nada, es un señor muy amable.”

Me gustan las pequeñas variaciones: que el café sea “en leche”, que el orden sea “por alfabeto”, que el masking tape sea “cinta de enmascarar”; que los colombianos "halan" la puerta y no están en paz, sino “a paz”.

Me gusta que cuando no me oye bien, Alejo en vez de decir “qué” o “cómo”, dice “Dímelo”. Pero me gusta sobre todo la alegría con la que me dejo llamar “señora”, algo que en México me pone más bien de malas. Acá le llamo a Margarita por su nombre y ella me contesta “¿Señora?”.

Hace unos días entrevisté en Bahamas a doce niños colombianos que para todo me decían “no, señora”, “sí, señora”. Pensé: es que son niños y me ven vieja. Pero nel, acá todos me dicen señora con el mismo tono dulzón, très agua panela. Todavía no me empalago: me gusta Colombia.

12 hrs: Dice Don Rafa que fue a buscarme mi Chontaduro pero no hubo. Me explica que es un fruto que “sólo los negros pueden cocinarle, ya sabe, recetas secretas, lo traen en la sangre”. Se come, dice, con miel y con sal.

Me habla de más pueblos y más frutos de la selva del Pacífico. Están los totumos, el noni, el borojó. Hay todavía más historias sobre la caña y su explotación, y está el Señor Milagroso de Buga “un cristo de color carmelito oscuro, muy milagroso”. Dudo si decirle lo qué es “buga” en México y si no deberíamos olvidarnos de mi avión y que me lleve a pedirle un milagrito al cristo de la heterosexualidad, pero me guardo el chiste. Don Rafa tiene unos setenta años y es el mejor guía que uno podría desear, pero se escandaliza un poco cuando me pregunta si estoy casada y le cuento que viví con mi novio dos años y me separé hace otros dos. Luego me pregunta mi edad, saca cuentas y suspira como diciendo "los jóvenes...", antes de proseguir con la lista de dónde y qué debo comer en Medellín, en Cartagena, en Bogotá.

13 hrs: Avianca again. Vuelo sobrevendido. Me hago voluntaria a cambio de un bono. Mi covoluntario es un veterinario expatriado al gremio del trabajo comunitario. Se llama Edgar y tenía que llegar temprano pero, dice, no sabe decir que no. Yo siempre había querido ser voluntaria y dije que sí también sin pensármelo. Pero le digo que en mi opinión uno jamás debe negarse a los grandes planes con los que puede fantasearse al tener un bono de 150 dlrs en Avianca. Él dice que sí. Yo no sé si es porque no sabe decir que no.

Nos llevan a la sala VIP y hay cervezas gratis. Edgar me explica la lógica implacable de la nomenclatura numérica de las calles de Bogotá. Hablamos mucho y al aterrizar decidimos compartir un taxi. Yo pregunto si vamos a comprar boletito y él me dice que crucemos la avenida y tomemos uno de la calle. Cruzo la calle con cierta vergüenza, la propia del turista que no quisiera serlo más.

16-2oypico hrs: Oficinas. Más entrevistas. Risas. Cena. Estoy muerta.

23 hrs: Me gusta que por mi ventana se oye Bogotá yéndose de rumba mientras yo transcribo, paso grabaciones, escribo. Y me gusta este cansancio tan completo, casi “productivo” de ser -no sea más que por un día- una fábrica; y esta extraña tranquilidad sin envidias, de dejarse arrullar por la música de las vidas de los demás.

00:00 hrs: Me gustan las camas de los hoteles y me caga que tengo que empacar.
00:01 hrs: No me encanta pensar que mañana 6 am es Avianca once again.
00:02 hrs: Pero me encanta pensar que voy a Cartagena.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 01:04 ¤