4.6.07
los dos castillos, los dos castillos, los dos castillos
Su verdadero nombre es "El Foco Tonal", pero casi nadie lográbamos dar con eso. Pablo decía "el fondo tonal", yo "el foco volador" y Karla "el punto tonal". Graciela nos guió, pero antes, cuando llegó a mi casa y nos vio a los otros tres vestidos de verde, negro y azul, dijo De Ninguna Manera. La cosa es ir hacia Chapala, pero nos detuvimos chez Pablo por camisetas blancas para todos.

La esplendorosa eep de Karla nos llevó, pero yo me dormí todo el camino porque la noche anterior fuimos al FBolko al so called Vainilla Fest, a ver a un montón de grupos olímpicamente desconocidos (para mí), pero cuya pecularidad y unión yace en que todos, en algún momento, usaban máscaras. Hay que ver lo old fashioned que soy yo, que todavía prefiero que de hecho se escuche la guitarra, cuando a todas luces lo importante es qué tanto desentona la máscara.

Entre Ocotlán y Poncitlán, está Cuitzeo. Cuando llegas a Cuitzeo agarras una brecha que, según nos dijo el chavo al que le preguntamos "no está ni muy larga ni muy fea". Y en efecto. Muy pronto aparece un espantojérrimo castillo ante tus ojos. Y tú dices nel, no puede ser allí, si el foco volador yo me lo imaginaba en medio de la nada, así onda de que un guey había recorrido gritando un campo abierto y de pronto chin cuas, había descubierto el punto único y preciso. Pues nanais. El foco volador no está en despoblado, por el contrario, está en el patio trasero de un castillo.

Cobran 10 pesos por cabeza y lo primero que ves al pie del castillote, ok, pondré foto del castillote pa que vean que no exagero:

lo primero que ves, decía, es la tiendita místico-internacional. Le incluye, entre otros, sus millones de piedras (me compré mi combo), sus cuarzos, sus duendes, sus atrapasueños, sus runas, sus collares, sus aromas, sus velitas y sus recomendaciones. Mi favorita venía en una cartulina pero desgraciadamente está prohibido tomar fotos al interior de la tienda. Decía: ¡Ya empezó el año cerdo! ¡Preguente y adquiéralo! Al exterior no está prohibido:

Una vez que has consumido, pasas al exterior del foco. El foco es un círculo de unos tres metros de diámetro, cercado por una bardita de unos 50 cms de alto, rodeada a su vez por seis columnas blanca, azul, café, violeta y no me acuerdo qué más, pero recuerdo que alguien dijo: ¡son los colores de los power rangers! Todo eso está rodeado de un área informe de pasto, donde hay un árbol con una mancha cuya silueta, indiscutiblemente, es la de Lupita. Del árbol cuelga un letrero que sentencia: No pise el triángulo.

Mientras esperas, te piden que leas la oración que está impresa en un papel blanco y pegada a un rotoplás. Todo huele a los baños que están a un extremo del terreno y cuya peste, el agua que almacenan los rotoplases no alcanza a esconder. La oración va dirigida a Saint Germain, santo patrono del Foco Tonal, y a su "llama violeta". No tengo la más pálida idea de cuál sería el bisnes de un santo francés en pleno Cuitzeo, ni mucho menos en qué consiste su llama violeta. Pero no pude preguntar porque llegó nuestro turno.

Te quitas los zapatos y pasas en grupo. Allí te recibe un señor que pasa su vida allí. El señor -se entiende que él ya está en otro nivel- no respeta el protocolo, al contrario, llevaba pantalón negro, una camisa púrpura y una cadena de la que colgaban una estrella y otros símbolos. Todo muy dorado. Lo único blanco en él eran sus barbas. Te sientas en la bardita mirando hacia el centro del círculo donde está marcado en el piso (con cinta de aislar plateada), una estrella, como la que colgaba del cuello del señor.

Don Púrpura me tomó de los hombros y me preguntó mi nombre. Laia, dije. Más fuerte, dijo. (lo cual yo agradecí porque el 90% de las veces que digo mi nombre, lo que viene inmediatamente después es un "¿Qué?"). Lo dije más fuerte. Luego me hizo ponerme de pie y me acomodó en el centro de la estrella y me pidió que dijera otra vez mi nombre, tres veces, muy fuerte. Dije mi nombre muy fuerte, y rebotó. Tres veces.

Hay eco. Ése es el gran chiste de todo. Dices tu nombre y se escucha como si estuvieras pronunciándote en la boca de un cilindro. Y la verdad eso sí que está chingón.

Después de mí pasaron uno por uno todo el resto a decir tres veces su nombre. Luego don Púrpura pidió un voluntario y, como nadie decía nada, yo dije yo. Y Graciela dijo yo también. Nos paró a las dos en el centro de la estrella, tomándonos de las manos, y a los otros siete en un círculo a nuestro alrededor, tomándose las manos también. Y allí es cuando pides. El túnel ése que no ves, es un canal comunicante con Dios. Es importante, explicó don Púrpura, que pidan algo que realmente necesitan, porque lo que sea que pidan Dios se los va a conceder, esta tarde o a más tardar mañana, (sic).

Don P nos dejó allí un rato a todos parados de las manos, callados, pidiendo. Luego repites con él, tres veces, "Papá Dios, gracias por haberme escuchado", o algo así. Personalmente encuentro un poco insultante la implicación de que a Papá Dios hay que repetirle todo tres veces, pero no dije nada.

Finalmente don P. nos hizo frotarnos las manos y llevar esa energía a todo nuestro cuerpo, "en especial a las partes donde tengan alguna dolencia". Ya frotados volvimos a sentarnos en la bardita y that was that. Si compraste piedritas las colocas un rato en el centro de la estrella, "para que se carguen". Los que no tenían piedras pusieron sus carteras, por recomendación de don P. Luego sales del círculo caminando hacia atrás, para no darle la espalda a la energía que acabas de recibir.

Más abajo en el terreno, hay otro círculo pero hecho sólo con piedras y pastito. Es el círculo para meditaciones, transmutaciones y no me acuerdo que otras ciones. Cargados como estábamos de energía, nos quedamos allí dormidos. Cuando nos levantamos ya estaba cerrada la tienda y no pudimos satisfacernos la curiosidad de qué o quién habita el castillo. He allí una razón para volver. Además acaba de escribirme Júpiter (que no fue con nosotros porque estuvo toque y toque en el timbre de un depto que no es el mío), y dice que hay que ir entre semana, porque no hay nadie y puedes pasarte un ratote gritando en el cilindro.

Cuando partíamos gritamos "Laia, ven" (pero cada uno con su nombre), pues de lo contrario, dicen, es probable que tu alma se quede allí jugando con los duendes. Se supone que sólo aplica para los niños pero mis cuates y yo hemos de considerarnos harto pueriles, pues cada uno se gritó a si mismo varias veces. Por lo menos tres, como debe de ser.

Volvimos a Guadalajara y fuimos al Expiatorio. Grandes cantidades de gente dominguean allí afuera, entre puestos de comida. Cabe mencionar una feliz tradición tapatía: los chayotes servidos al estilo esquite. Pueden burlarse de mí pero en los tres años que viví fuera del país nunca extrañé ni el tamarindo ni los tacos, en cambio, me despertaba a media noche con un feroz antojo de chayotes. Por eso diré: qué gran invento, qué gran invento, qué gran invento.

Karla se comió una jiricalla y yo me quedé con el platito. Graciela se compró un tupper de jabón para hacer burbujas gigantes. Así nos entretuvimos un ratote, soplando con y sin humo, haciendo burbujas desde la fuente y comiendo porquerías. Luego empezó a tocar la banda y fue cuando, en todo su esplendor, vimos aparecer el segundo castillo.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 14:31 ¤