16.3.07
tous les matins du monde
Hoy me paró un policía. Era lindo e iba en bicicleta. Chifló con un silbato cuando yo estaba por alcanzar la esquina salvación. Me detuve y él se acercó. Vas en sentido contrario, dijo. Sí, eso veo, dije, fue sin querer, me equivoqué. ¿Llevas mucha prisa?, preguntó acusador. Yo no es que llevara MUCHA prisa, pero había calculado que esos 15 metros en sentido contrario me ahorrarían, literalmente, 15 minutos de tráfico. Y hoy, por primera vez había intentado comprobarlo. No, no es por prisa, dije, simplemente me equivoqué. (Era cierto, mi hipótesis había fallado: no me ahorraban 15 minutos, me imponían multa de quién sabe cuánto y ya sin contar el tiempo perdido de estar ahí parada como tonta mientras el policía hacía de policía…) Le di mi licencia y tarjeta de circulación y se fue hacia la parte de atrás, a anotar cosas. Entonces me dio un ataque de llanto. No escandaloso, ni nada, sólo no podía contener las lágrimas. En algún momento el poli volvió y dio golpecitos en la ventanilla del copiloto. Me incliné, la abrí, intentaba que no se me notara lo lloroso. No te voy a hacer la multa, dijo. Gracias, dije. ¿Por qué lloras? dijo. Alcé los hombros. ¿Nunca te habían parado? Sí… Bueno, no llores… Y es que siempre funciona. No me refiero a hacer sentir mal a un policía a base de lágrimas (que por lo demás siempre funciona). Me refiero a mi infalible vulnerabilidad de las nueve de la mañana. Nunca falla. Y me caga.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 12:32 ¤