23.3.07
nuez, arena y jacarandas
El domingo terminé de leer Una historia en bicicleta, que escribió Ron McLarty y llamó The Memory of Running (sobre la traducción de los títulos habría que hacer un blog aparte). Daban las 5 de la tarde cuando cerré el libro. Hace mucho tiempo que no leía un libro tan gordo en tan pocos días. No sé si me gustó, todavía no sé. Pero a eso de las 5 de la tarde lo cerré y volví los ojos al mundo. Siempre toma su par de respiros, volver al mundo después de un punto final.

El centro de Zapopan era todo lo que uno puede esperar de un centro en domingo. Sol / gente / puestos / soldados que marchaban celebrando quién sabe qué. Desfilaron con tambores niños y niñas, todos llevando estandartes de la Generala. La Generala es la imagen de la Virgen de Zapopan. Lo sé porque fuimos el Duende y yo –en mi primerísimo domingo en Zapopan- a encomendárnosle, a ella y a la Makawe, que es la Abuela Crecimiento de los güicholes. Las imágenes de ambas velan mi sala desde entonces. El Duende y yo, tan ateas y respetuosas de los símbolos: tan dadas a encomendarnos.

Cerré el libro, pagué mi café Zapopan (que es una bomba y la mitad hacía horas que se había derretido frente a mi ojo malo, mientras mi ojo bueno leía los capítulos finales) y empecé a caminar preguntando aquí y allá por una tienda de bicicletas. La encontré y estaba cerrada, como casi todo un domingo en Zapopan, excepto la iglesia, algunos cafés, el museo güichol y el de arte.

El MAZ, Museo de Arte de Zapopan, es un recinto blanco, agradable y pertinentemente pretencioso. El viernes pasado fui a la inauguración de dos expos ahí. Una de folclor mexicano hecho collage por un buffet de diseñadores y otro de un suizo que ha de haberse divertido montones llenando de colores, y estampas y basura todas esas paredes blancas. Había una banda de jazz y daban sushi, fashionably late, todo: creer que se hace algo nuevo, y lo demás.

Bicicletas El Siglo, cerrado. Fui a buscar a Ere para ir al cine. En el camino le conté de la bicicleta y que nunca aprendí bien porque crecí en un barrio sin calles. Ella dijo que Guadalajara era fenomenal para andar en bicicleta (yo me reí porque justo estábamos transitando una gran bajada) y entonces corrigió: bueno, comparado con Tijuana… Fuimos a ver Stranger than fiction y luego a las Chivas perder el Clásico contra el América en un bar del centro. En algún momento del partido le pregunté a la Ere si haría un retrato de mi bicicleta y dijo que sí. El resto del segundo tiempo y pese a la derrota estuve contenta, porque los dibujos de Ere son de mis cosas favoritas en el mundo y aprendería a andar en bicicleta hacia atrás con tal de tener uno. Y es que yo a la Ere hace mucho que la admiro y sólo dos semanas que la conozco. El día que la conocí, el domingo anterior, hablamos muchas horas en un café mientras una chica cantaba bosanova. Le conté del libro de McLarty y me contó que hizo la prepa en San Diego. Luego se quedó pensando y dijo: a veces pienso que la cultura gringa es como... como un dibujo con plumón.

Lunes. Bicicletas El Siglo, cerrado. ¿Qué pasa? Anduve de nuevo por el centro de Zapopan. Todo cerrado. Qué día es, es 19 de marzo, ¡¿y eso qué?! Me tomó un rato recordar la nueva ley ésta, de hacerse puentes siempre que cae entre semana una día feriado. Así que por decreto oficial el 21 de marzo se pasó al 19 y yo seguía sin bicicleta.

El martes, then. Bicicletas El Siglo, abierto. Bicicletas: re feas. Todo Zapopan hasta dar con Bicicletas el Ritchie. Cien metros cuadrados más pequeño que El Siglo, cien veces más simpático. El Ritchie en persona atendió amablemente mis quejas del tipo “estas bicicletas nuevas cuadradotas son espantosas, las cosas ya no son lo que eran, esta era de perdición…” y prometió armarme una onda viejita. Luego me hizo llamarle tres veces para saber los colores que había. La primera vez dijo: rojo, verde, negro, azul, amarillo. La segunda dijo No estoy seguro. La tercera dijo Sólo hay violeta. Le pregunté si eso era como las jacarandas. Dijo No, eso que tú dices es morado, el violeta es más oscuro. Así que me dio por imaginármela violeta y pensé que la llamaría Norma, en memoria de la amiga de Smithy Ide, ésa que desde los diez años tuvo que vivir sobre ruedas.

Mensaje del Ritchie: “laila solo hay nues arena”. Y yo: “Ritchie, eso qué significa”. Y él, dos horas después: “laila fue arena pase a ver si le agrade”. Y ahí voy: ni nuez ni arena, ni ningún color nombrable, pero me agrada. Mucho. Se llama Tequila, porque tenía que ser local la onda, y ya se me había pasado la euforia del libro, y no le quedaba bien Norma. Le pegué el imán de La Generala y desde entonces no he hecho casi nada que no sea pedalear. Pedalear, intentar girar como dios manda, y pensar en el equilibrio. Pensar en el equilibrio y mantenerlo, son cosas muy distintas.

Miércoles.
Debía empezar la primavera.
Pero desperté y estaba muerto Piropos.
Lo enterré en un parque boscoso, donde lo único que florece son las oscuras jacarandas.

Una tarde fui a dar al Rojo Café, recinto apropiado para los planes de expansión Lenguaraz. Había un cantautor cubano con voz réplica de Silvio pero aún peores letras. Cantó una que presentó como "en ésta yo soy el objeto de estudio" y cuyo estribillo decía "prefiero la neurosis, prefiero la neurosis, prefiero la neurosis, que la estupideeeeez". Hasta allí aguanté vara, pero cuando cantó "necesito un teleférico de tus ovarios hasta tu mente, necesito clases de alpinismooo", me fui por patas. Las bicicletas sirven para dos cosas: para huir o pa encontrarse, eso es lo que aprendió Smithy Ide en sus 500 páginas de vida.

De pronto pienso que todo este pedaleo, todo este ir muy perdida hacia delante y sin girar, es lo más cerca que he estado jamás del impulso que debiera contener el acto de escribir una novela.

Luego alzo la vista al mundo.

Y siempre toma su par de suspiros,
volver al mundo después de una idea como ésa.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 01:39 ¤