3.1.07
castillo viejo
Éste es mi regalo de temporada para todo el que pase por acá. No se engañen: no es un regalo fácil. Es lo que se dice un regalo interactivo, a largo plazo. La idea es: lo leen, lo memorizan (si tienen la memoria de mi abuela es suficiente que lo reciten de vez en cuando, si tienen la mía lo anotan, y anotan siete veces en dónde fue que lo anotaron) durante veinte, o cuarenta, o los suficientes años como para que les nazca un nieto. Luego se lo recitan ocasionalmente al nieto, muy de vez en cuando durante sus, pongamos, diez primeros años. A continuación se deja reposar durante otros doce, o quince, o bien hasta una noche en que se encuentren de nuevo con el nieto en cuestión, de preferencia éste flotando en el agua y arriba luna llena, y ustedes, como que no quiere la cosa cantan al aire alguna canción, luego otra, y luego casualmente atacan: recitan el cuento largo tiempo atrás memorizado. En ese momento quizás, probablemente, si siguió usted todos los pasos, el nieto en cuestión se sienta genuinamente feliz, y entienda algo. (Sobra decir que este regalo no está garantizado. Quizás el nieto no lo pele, quizás no entienda nada como suele. Este regalo es lo que se dice una apuesta. Pero en fin, vale la pena intentarlo, después de todo (querido-lector-gracias-por-venir-feliz-navidad-feliz-año) siempre hay cosas más inciertas.)


El Castillo Viejo

A cuatro leguas de Pinto
Y a treinta de Marmolejo
Existe un castillo viejo
Que edificó Chindasvinto

Pertenecía a un señor
Algo feudal y algo bruto
Se llamaba Sisebuto
Y su esposa Léonor

Conegunda su cuñada
Y su tía Berenguela
Y una hermana de su abuela
Que atendía por Mariana

En un gótico salón
Dormitaba Sisebuto
Y un lebrel seco y enjuto
Roncaba en el portalón

Era una noche de invierno
Noche fría y tenebrosa
Noche terrible, espantosa
Noche atroz, noche de infierno

Montado en un veloz corcel
De color verde botella
Raudo como una centella
Llega al castillo un doncel

Salta el foso, llega al muro
La poterna está cerrada
Oh, exlama, me ha dado lico mi amada

De pronto, algo siente que resbala
Algo siente en la cabeza
Extiende la mano y tropieza
Con la cuerda de una escala

Y sube que sube que sube
Y trepa que trepa que trepa
En brazos cae de un querube
Que era la hija del conde, la Pepa
En lujoso camarín
Introduce a su amado
y al notar que está mojado
Lo seca bien con serrín

Entretanto Sisebuto
Ya se había despertado
Y habiendo un puñal tomado
A su hija lo clavó

La esposa del espanto desmayó
El amante quedó loco
Y el perro no llegó a tanto
Pero le faltó muy poco

Y aquí termina, señores, la historia del castillo viejo
Que se encuentra a cuatro leguas de Pinto
Y a treinta de Marmolejo
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 22:59 ¤