26.12.06
posturas navideñas
Como prometido hace meses, fuimos a pasar navidad al Mineral del Chico,
lo que hace al menos diez años no lográbamos.

Ya se sabe que en esta familia se cumplen las promesas.
Ya se sabe, además, que somos profundamente religiosos.
Y para prueba están las posturas navideñas, el sitio en el que cada uno pasó la mayor parte del tiempo durante los últimos tres días.

la Chini
esperando a que le abrieran la iglesia

el Ruy
pagando sus pecados y los nuestros

el Adrián
hincando y deshincándose

la Laia
frente a la chimenea como dios manda

el Choro
como que la virgen le habla

el Tato
concentrado en el milagro del vino

el Duende
haciendo las paces con la cólera divina.

Porque los dioses parecen haberla perdonado y porque no puede estarse quieta, Selene se da a la tarea de “estilizar” el árbol que da sombra a la mesa del jardín.
(esta foto también se llama ¿dónde está adrián?)

Como no logra mucho, arma a dos sobrinos con machete, a ver qué pueden hacer.

Decisión poco inteligente, si miramos el resultado:
(ningún árbol fue maltratado durante este experimento,
la pintura roja –según me explicaron cuando protesté-
le protegerá las heridas contra sol y aire)

Como somos religiosos y queremos reivindicarnos,
decidimos navidificar el asunto.

En el ático encontramos un nacimiento
y en el jardín un pinito aún a salvo de los macheteros

Pero hay cosas que no se salvan del tiempo y las armas

Además había dos vírgenes y estaba manco el niño

Para reivindicarnos again,
esceníficamos escenas navideñas
sólo que hay confusión en los pasajes y, como puede verse,
el duende se hace pasar por muertito.

Dios nos perdone, hicimos lo que pudimos...

En cuanto a la navidificación hay que decir que nuestro pino hubiera tenido hasta foquitos a no ser porque esa tarde el ventarrón tiró unos árboles y tuvimos que –al igual que todo el pueblo- pasar navidad a oscuras.

Igual horneamos un pavo

y brindamos

y nos divertimos

No hay nada qué hacer: ya a nadie en esta familia le sorprende
que se caigan los árboles.


Al día siguiente retomamos nuestras posturas oficiales:
y habríamos seguido ahí, en actividad frenética,
de no ser porque habíamos acordado realizar un periplo añejo,
cuya historia todos conocemos.

Cuenta la leyenda familiar que, a sus 21 años y ya en el último delirio,
el tío Ruy pidió una cruz cruzada roja.

Hace años no hacíamos el periplo, hacia la cruz cruzada roja
que Iker construyó a lo alto del terreno que ya no es nuestro.

Esta vez la caminata pareció más corta,

el pueblo más poblado,

la cruz menos roja

Pero el hecho es que es en esa cruz que flotan –para efectos mítico emocionales-
las cenizas de todos los que nos precedieron.

El hecho es que para semejante bola de desarraigados, resulta sorprendente la fija certeza compartida de que es entre esas peñas que terminaremos flotando, arraigando con ese modo peculiar tan nuestro, de parecernos tan poco y reconocernos tanto.

Pero tradiciones son tradiciones.

Este año a mis primos les da por joderme con lo de que me veo muy mal con el pelo corto. Para probar el punto me traen la foto de un borrego que se encontraron camino a la tienda y que, según dicen, porta el exacto mismo copete que yo.
Más tarde y con el mismo placer que hace diez años apagan las luces, encienden la vela y me torturan con cuentos de terror.

Para aumentar el efecto fallido del cuento de la mujer cara de burro (no que con los años me haya vuelto menos miedosa, es sólo que estamos borrachos y uno dice “hay que contarle el de la mujer cara de burro”, lo que ocasiona que, para cuando llega el terrorífico fragmento en el que la mujer se vuelve y el protagonista descubre la caradeburro, yo a estaba preparada), me muestran esta foto:
Luego, porque ya he sufrido lo suficiente, pido un cuento distinto: el Monicaco.

Sería imposible hacer un cálculo de cuántas veces Ramón o la China nos contaron el cuento del Monicaco. El hecho es que yo no recuerdo ni un solo pasaje, Pablo lo cuenta todo al revés, Santiago sólo se ríe, Adrián ya está roncando y Ruy reivindica ofendidísimo que los protagonistas de ningún modo eran hijos de un rey.

Me duermo con los pies en la chimenea y la sonrisa bajo los cientos de cobijas.

Ahora y después de mis múltiples periplos, estoy de vuelta en casa.

Pero el hecho es que mi casa, mi casa, para efectos tanto navideños como póstumos, está y estará siempre acá:
por más polvo que se haga el polvo
y pese a todos los árboles
que están aún por caer.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 21:30 ¤