3.12.06
one of the unusual ones
In the world I grew up in, a typical family had two or three children. My childhood friends were all members of such stereotypical families. If not two kids in the family, then three; if not three, then two. Families with six or seven kids were few and far between, but even more unusual were families
with only one child.


I happened to be one of the unusual ones, since I was an only child. I had an inferiority complex about it, as if there was something different about me, that what other people all had and took for granted I lacked.


I detested the term only child. Every time I heard it, I felt something was missing from me –like I wasn´t quite a complete human being.
The phrase only child stood there, pointing an accusatory finger at me. “Something´s not quite all there, pal,” it told me.


Haruki Murakami


Conocí al Patrón el día que llegué a vivir a Villa. Yo tenía diez años sin vivir en la ciudad, una muy vaga idea de por qué había vuelto, una cortina de baño y una grabadora redonda. Él tenía una chamba de guía de rápidos, una marcada afición por las delicatessen, un kayak que vivía en la sala y una sonrisa inagotable. Yo iba de noche a la escuela dinámica de escritores, no conocía a casi nadie y extrañaba todo cuanto me era conocido. El Patrón iba a la UNAM y remaba los fines de semana, hacía las quesadillas oyendo música china y las tareas oyendo la oreja de van gogh. Yo me levantaba en las mañanas para sopear en mi cereal un enorme signo de interrogación, él se levantaba para salir a correr. Es innegable: no teníamos nada que ver.

Hay otras realidades innegables, como que el Patrón se llama Toño pero no hay manera de que yo deje de decirle Pats, o como que después de varias mudanzas y muchas cervezas, en algún momento entre el día en que llegué a Villa y esa tarde en la que hicimos un ajedrez con pasta para modelar, entendí que probablemente nunca más conozca a alguien que se parezca tanto a mí.

Nos hicimos cuates en la sala, burlándonos de las materias del otro: Hongos 1 y Protozoarios 2 para él, Escrituras interculturales y Personajes fuera del centro para mí. Nos hicimos amigos cuando dejamos de vivir juntos y a él le dio por visitarme en mi desmejorada vida sin agua, ni luz, ni gas, con un exceso de reven en las venas y un novio disfuncional en la cabeza. Pero probablemente nos hicimos hermanos el día en que sostuvimos nuestra –primera de muchas- larga charla sobre ser hijos únicos.

A los hijos únicos no les es dada la naturalidad de los puentes. Hay que aprender a edificar los lazos y, luego, a no caerse con el tambaleo de las distancias.

Patrón vivió en el Amazonas. Algunas tardes remaba unos kilómetros, llegaba a la civilización y desde ahí me escribía: todo bien, mi Lai, hoy pesqué unas pirañas y las comimos asadas, los changos te saludan.

Patrón creció en China. Sabe que algún día tendrá que volver y de pronto practica extrañas tonalidades en palabras impronunciables. Conoce cuentos sobre monedas enterradas y guarda recuerdos de parques y uniformes y niños de lacia cabellera rodeándolo para tocarle los bucles güeros. En la noche más triste que he tenido, me arrulló con canciones de aquel país en el que supo no dejar la infancia.

Ayer que era su cumpleaños me ragaló una revista sobre la grana. Nadie más –ni siquiera yo- se ocupa de mi investigación sobre la grana cochinilla. Si algún día termino esa novela habrá que notificar su participación. Algún día, además, escribiremos “El hueco emocional”, libro de superación personal, of course, próximo best seller en todos los Sangrons del país. Mi coautor, pues, ése es el pats: one of the unusual ones.

Los hijos únicos florecen sin literas.

No es sanguineo el hilo con que suturan los quiebres.

Escriben sus fracturas casi siempre desde la soledad de una infancia sin público y, por ello, dificilmente encuentran coautres.

Hay que decirlo, entonces: algo aprendimos: funcionan nuestros puentes. Aviento una canica, el Pats la atrapa. Hablamos de la canica. La canica es redonda. Le digo por enésima vez que mi iching es un prodigio de la literatura, que son los 20 pesos mejor invertidos de toda mi existencia, que hay que ver los golpes certeros que reparte… el Patrón hojea dos segundos el iching, lo deposita con cierto desdén en la mesa y dice: “es que es argentino”. Pinches científicos, respondo, una aquí, felizmente sometida al misterio de las letras y ellos invariablemente te embarran con el dato. Pero el Patrón es biólogo. Y los biólogos son de entre la familia científica los más afables. Los más propensos a maravillarse.

Ayer el patrón cumplió 26. Normalmente elaboraría un detallado recuento sobre cómo entonces, para celebrarlo, acudimos gustosos a hacer el ridículo a un karaoke. Señalaría los highlights de la noche, tales como Frodo conquistando audiencias o el Pats y el Mils escenificando un pedro navajas sin precedentes, o bien Abril robando plaza con el recuento de los daños. Acusaría a Andrei por la obscena cantidad de ceniceros robados –había que verlo hoy bajando las escaleras: el cabrón tintineaba a cada paso- y a Alejandro por rolar bajo la mesa botellas de agua llenas de mezcal silvestre que buenamente nos trajo el Pats. Confesaría que mi insólito pudor me impidió cantar y que a las 4, en el primer cambio de bar, abandoné la misión porque tenía demasiado sueño. Cerraría entonces la crónica preguntándome si estoy acaso envejeciendo. Pero no haré la crónica. Diré sólo que a los hijos únicos rara vez les es dado poder ver crecer en línea recta, sin escalas, a sus contemporáneos. Y por ende rara vez les es dado compartir de entraña y con conocimiento de causa la duda de si se está o no envejeciendo.

El hecho es que a los hijos únicos no les es dada la noción del hermanaje. Tienen que descubrirla como se descubre –de tajo, un día- todo lo irremediable: que se está solo, que da miedo crecer, que los dientes se caen. Es decir: tienen que develarla, la noción del hermanaje. Y hacerle espacio.

Develo que el Patrón es mi hermano, y que crecer da menos miedo desde que es crecer junto a él.

Abro un espacio que no chista, que va pointing directly at a complete human being y dice: everything´s all there, pats.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 20:12 ¤