29.10.06
ptite numerología del día
La Vale pasa por mí a las 12. En el camino me cuenta una pesadilla que tuvo, en la que decidía operarse los ojos conmigo porque todo lo rojo lo veía borroso. Yo le cuento que esto de la topografía corneal me espanta. Que los ojos me histerizan. Que nunca logré ponerme ni gotitas y que, en realidad, todo el asunto operatorio-ojeal me da miedo. En algún momento de la conversación me pellizca porque el reloj marca 12:21.

Cuando hemos estacionado el auto, encontrado el sitio y estoy por tocar el timbre, Valeria grita: "pero si es el número 101". "¿Y...?" susurro yo. Entonces ella pone esa cara de "You asked me once," said O'Brien, "what was in Room 101. I told you that you know the answer already. Everybody knows. The thing in Room 101 is the worst thing in the world."

Me cae el 20 del 84 but it´s too late: ya están abriéndonos y el 101 dorado de la puerta se pierde mirando hacia adentro.

Entramos y el cuarto de espera nos resulta infernal. Está semioscuro y, cuando las encienden, las luces parpadean unos instantes antes de iluminar a dos chicas y un guey que miran videos en una tele. Nos preparamos un té mientras los monstruosos anfitriones siguen alistando aparatos. Me llaman y Val saca su libro. Entre otras cosas compartimos el apego a los remedios simples: un té, un abrazo, un par de libros. Es quizás de ahí que viene nuestra absurda alergia a los doctores.

Entro al científico traspatio del 101 y me acomodan frente a una máquina en la que tienes que mirar fijo una suerte de diana en 3-d. Luego me anestesian los oclayos con unas gotas que arden y cuando he perdido toda sensibilidad me acercan lo que parece un lápiz electrónico. En realidad, todo resulta más 2-3 que 101. Los antes monstruosos se convierten en amable secretaria, doctora y aprendiz de doctor. La doctora se pone pedagógica: “cuando el paciente está así de nervioso es importante que le expliques lo que harás”. Yo alegremente la contradigo: “no es verdad, yo prefiero ni saber qué me harán: nada me pone más nerviosa que el “vas a sentir un piquetito”… El aprendiz parece confundido.

En 20 minutos estoy fuera. Me pongo unas grandes gafas oscuras y mientras caminamos hacia un café se me ocurre que, quizás, mi peor pesadilla no es el dolor, sino el trance nervioso que me significa todo preámbulo.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 01:28 ¤