7.8.06
f(onc)a sostenido
Sostiene Jufresa que era un día frío en la ciudad de la eterna primavera. Un sábado de lluvia en el que la alberca hubo de ser remplazada por las colchas. Parece que Jufresa se hallaba en Cuernavaca un poco por revival, un poco por camaradería, un poco por evasión.

La noche del jueves había ido, sostiene, a pasar un par de horas al aeropuerto en compañía de Arturo y el Mils. Sostiene Jufresa que todo eso era porque llegaba Paula de Londres y su vuelo se había atrasado cinco horas. Para pasar el tiempo, Arturo les recomendó una tienda de donas en las que el cliente tiene derecho a pedir para probar. Al final, sostiene Jufresa, si vences la pena esas donas salen siempre al dos por uno.

Hambrientos y cansados, unos por el reven y otra por la junta más larga en la historia de lenguaraz, comieron una dona de madrugada y se sentaron a esperar. Jufresa sostiene que el aeropuerto internacional Benito Juárez, a las tres de la mañana, no tiene nada de especial y a la vez, sostiene, resulta fascinante.

Al final llegó Paula y a eso de las cinco de la mañana lograron dormir un rato. Al día siguiente enfilaron hacia Cuernavaca donde el Pats las llevó a beber cervezas-chamoyadas que, sostiene Jufresa, no son lo mejor del mundo pero portan una banderilla de tamarindo. Jufresa sostiene que las banderillas de tamarindo son de lo mejor que hay en el mundo. Hablaron de temas que Jufresa elige no referir, pues son de viejos amigos y privados.

Sostiene Jufresa que a la mañana siguiente, la lluviosa mañana del sábado, entró Paula a despertarla. Jufresa bajó a tomar un café y los perros estaban como enloquecidos. Más tarde Nena les explicaría que la repentina locura perruna se debía a que ambas vestían pants. Estos perros, Ivo y Tres, no soportan que la gente use pants, pues piensan que los sacarás a pasear.

Sostiene Jufresa que nunca antes oyó hablar de perros que enloquecieran según la tela de los pantalones.

Sugirió Jufresa que son brillantes los labradores mas Paula afirmó que Ivo, al menos, no es brillante pero es carismático. No por inteligentes sino por escandalosos, Nena y Paula se llevaron a pasear a los perros. Jufresa, en cambio, volvió a la cama con todo y sus pants porque sostiene que la desvelada y la ausencia de sol fueron más fuertes que ella.

En ese momento, en esa veraniega niebla de ciudad primaveral, Jufresa sacó de su mochila un libro que durante meses, sostiene, le había estado recomendando don Martín. Sostiene Jufresa que todo indicaba que era el momento para leerlo. Jufresa no puede aportar ahora el título del libro, dado que está plagiándoselo, pero sostiene que el personaje principal se llamaba Pereira.

A las cuatro de la tarde en punto tomaron la carretera de vuelta al D.F. Habían comido ya, en compañía de Bobby y de Nena. Sopa de poro y papa, carne al horno y para terminar, sostiene, pan de miel con café. Sostiene Jufresa que el pan de miel que hornea Nena es de las mejores cosas de este mundo y que Nena es un ejemplo de lucidez, una maravilla de mujer.

Sostiene Jufresa que es siempre extraño y fugaz y doloroso visitar abuelos que si bien no son los propios, se les ha visto envejecer durante toda una vida. Sostiene Jufresa que Bobby se sienta en una silla a ver el jardín y su mirada es tan triste a veces que Jufresa querría poder entrar en su cabeza, abrazarlo desde algún rincón de su recuerdo. ¿Quién podría dar cuenta de noventa años de memoria?

Sostiene Jufresa que de su corta vida, sólo su amiga Paula podría dar cuenta recuerdo por recuerdo, verano por verano hasta llegar a veintitrés.

A las cuatro de la tarde tomaron carretera. Paula manejó el laiamovil porque quería practicar después de más de un año sin tomar el volante. Sostiene Jufresa que eso, a ella, le daba igual pese al último choque y que Paula, pese al aguacero, lo hizo muy bien.

Jufresa sostiene que alrededor de las cinco de la tarde llegaron al bosque de Tlalpan para presenciar la Final Nacional de Escalada.

A pesar de los años de convivencia con escaladores, sostiene Jufresa que nunca antes había asistido a una competencia. Le sorprendió, sostiene, el asunto del aislamiento. Le explicaron que los escaladores no pueden ver la ruta ni a sus oponentes punteándola, por lo que se les aísla en la parte trasera del muro donde se aburren durante varias horas. Cuando es tiempo de que su categoría concurse, se les dan diez minutos para “medir” la ruta con la vista.

Sostiene Jufresa que es gracioso verlos angustiarse con las narices hacia arriba y trazar movimientos desde el suelo, como previendo los puntos ríspidos. Luego vuelven al encierro y van desfilando de uno en uno. Sostiene Jufresa que encontró ciertamente ambiguo que los pobres tuvieran que pasar la tarde encerrados, para demostrar sus habilidades al aire libre en tan sólo ocho minutos max.

Ocho minutos que, sostiene Jufresa, se alargan en tensa eternidad y se quiebran dóciles cuando uno cae.

Sostiene Jufresa que en el lapso entre la final del juvenil y la final libre, Paula y ella aprovecharon para ir a buscar un baño. Lo encontraron en el gimnasio principal. El letrero del baño ponía “mujeres deportistas”. Jufresa sostiene que, en su opinión, eso se llama discriminación. Y que no se sintió bienvenida, pero entró igual.

Sostiene Jufresa que es hermoso echarse en la piedra volcánica y mirar hacia arriba la extraña danza aérea que realiza cada uno de los escaladores. Sostiene que sufrió cada una de las caídas y celebró cada uno de los aciertos. Sostiene que en otra vida, quizás, le gustaría escalar.

Alrededor de las siete p.m. comenzó a caer una ligera llovizna. Jufresa sugiere que habría que agradecerle a algún dios escalador su decencia, pues a eso de las siete justamente concursaba el último de los participantes. Sostiene Jufresa que dada la lluvia no se quedó a la premiación pero que a todas luces era Miguelito el ganador. Más tarde, sostiene, condujeron el laiamovil hasta el cumpleaños de la Turca.

Sostiene Jufresa que al día siguiente amaneció igualmente frío, pero sin alberca. Los escaladores se fueron a escalar y Jufresa compró el periódico para ver lo del Fonca. No encontró los resultados y sostiene que le desilusionó ligeramente, pues ya quería saber los jodidos resultados de las becas.

Sostiene que pasó gran parte del día en pijama. Por la tarde sonó el teléfono y era Martín. Sostiene Jufresa que probablemente Martín tenga una conexión tan fina con Pereira que le es dado rastrear a quien está -finalmente- visitándolo.

Un par de horas después, sostiene Jufresa, tuvo a bien enterarse de los jodidos resultados de las becas. Sostiene Jufresa que los resultados no fueron tan jodidos, pues amigos talentosos y merecedores salieron beneficiados. Sostiene que fueron, sí, un poco jodidos, pues a ella nada le tocó.

Jufresa entendió en ese momento que pese a todo lo que dijo y pese a todas las corazonadas, había estado albergando una ligera esperanza de salir becada.

Sobre por qué uno insiste en albergar ese tipo de esperanza, Jufresa no está en capacidad de decir nada.

Sostiene Jufresa que en ese momento, alrededor de las 8 p.m., el futuro le pareció de pronto demasiado cercano.

Decidió entonces que lo más sabio era sacar una botella de vino del bueno e ir a que la Chofs la consolara. Charlaron varias horas y rieron y leyeron el iching madreador. Jufresa sostiene que el iching madreador es de las mejores cosas de esta vida. A eso de las doce, sostiene, llegó el Roc de vuelta de su campaña de alfabetización.

Sostiene Jufresa que el Roc traía en su mochila seis tomos de una enciclopedia dedicada al futbol, editada en quince tomos cuando el mundial del 82. Nadie ha entendido lo que es el fanatismo teórico-práctico-futbolero, sostiene Jufresa, si no ha conocido al Roc.

Entre otros misterios cotidianos, Jufresa sostiene no haber aún dilucidado por qué su Word insiste en acentuar la palabra fútbol con acento argentino.

Después de cenar tostadas con crema, Jufresa decidió volverse a casa para terminar el libro y para que los tórtolos tortolearan.

Es muy probable que Jufresa termine de leer este libro lo cual, sostiene, sería cosa rara. Sostiene Jufresa estar agradecida con don Martín, por todo cuanto le dijo hoy al teléfono y por tanta insistencia con lo de Pereira.

Sostiene Jufresa que ya a estas horas está repuesta de la desilusión.
El Fonca, sostiene, es sólo un sostén.
Y el sostén no es el impulso.

Cualquiera que dude de esta aseveración, sostiene Jufresa que debería ir a echarse un rato en la piedra volcánica a ver cómo el escalador vive de su impulso, vuela y baila y trepa por impulso, muy por encima del hecho fáctico de los sostenes.

Sostiene Jufresa que los escaladores pisan apenas con el dedo gordo un agarre, y su victoria no depende del agarre, sino de la fuerza. Y su caída no se frena porque el agarre falte, sino porque supieron apretar la cuerda.

Jufresa sostiene que una beca es apenas un agarre, mientras que escribir es un eterno apretón de cuerdas.

Sostiene Jufresa que ni por el final de una beca ni por la no llegada de otra, dejará de apretar su cuerda. Sostiene que lo de hoy no fue caída, sino apenas el resbalón natural de estos días en que, sostiene, parece que nunca dejará de llover ni en casa, ni en las ciudades de eternas primaveras.

Sostiene Jufresa que las primaveras o son pasajeras o no son primaveras.

Como las becas.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 00:44 ¤