30.7.06
¡soy rica!
Ayer por la mañana me leí el horóscopo en una revista. Decía que aumentarían mis ingresos y me hizo reír porque justamente está por terminarse mi beca. En la noche aventé todo en la mochila, cerré puertas y ventanas del departamento prestado, me despedí del balcón y la bahía, escondí la llave donde la había encontrado, y salí a la carretera a buscar un taxi. En el clarito de la ruta, suelo empedrado, vi un billete de 50 dólares. Me agaché: era mucho más que un billete, era un montoncito de billetes. El del otro extremo era de 100 pesos. Miré hacia un lado, hacia el otro, arriba, atrás ¿hay cámaras? Lo doblé, lo eché en mi bolsa. Taxi. En la estación, a la hora de pagar mi botella de agua pensé en usar el de 100, pero cuando quise sacarlo me di cuenta de que estaba pegado a los demás.

Dos veces antes me había encontrado dinero. Una vez a los 7 u 8 años, en el mar, me agaché y mi mamá me dijo no recojas basura, pero era un billete de ¿cinco mil pesos? No sé, uno de ésos que traían a los niños héroes. Eso me sentí. Heroiquísima. Selene lo conservó durante años en su cartera hasta un día en que, no sé bien por qué, nos lo gastamos en un mamut.

La segunda vez fue en Coyoacán. Gabriel y yo fuimos a los chinos a compartir un arroz porque no nos alcanzaba para nada más. Pero al salir me encontré 500 pesos, 2 de 200 y uno de 100, todos dobladitos. Esa noche habría sesión de improvisación en mi casa, para la obra que el Marambo y yo estábamos escribiendo. Con los 500 compré harto vino para los actores y la sesión fue altamente fructífera, aunque nunca acabamos la obra.

Ayer en el baño de la central de Vallarta conté el dinero.
410 dólares y 300 pesos.
20 billetes engrapados.

En el autobús hice planes: ¿pagar la renta? ¿inscribirme a un club? ¿donarlo? ¿gastarlo en acrílicos y lienzos? ¿en sillas? ¿comprarme un estéreo? ¿un boleto de avión lo más lejos que alcance? Ay qué antojo de aeropuerto...

¿Quién se acuerda del cuento del ratoncito Pérez y la cucarachita Martina y la moneda que se encuentra? “¿En qué me lo gastaré?”, se preguntaba Martina una y otra vez. Así yo, hasta que me quedé dormida.

9 a.m. llegué a la Central del Norte y luego a casa. Había un sobre con muchos timbres. Adentro una postal que me mandó desde Lyon la Ana. Y una carta oficial (Vélo´v, Formulaire d´inscription) y tres cheques. Los cheques suman 162 euros, pero no están a mi nombre sino al de JC Decaux, que quién sabe quién es pero seguramente trabaja en el velo´v, que quién sabe qué es. ¿Qué fue eso, Ana? ¿Te mando todo de vuelta? ¿Los rompo? ¿Por qué te estás inscribiendo a Vélo´v si ya tienes una bicicleta?

Dios:

A pesar de que no había a quién devolvérselo, me siento ligeramente culpable.

Pero, honestly, ¿quién engrapa dinero y lo deja caer?
¿Por qué mezcló dólares y pesos? ¿Por qué lo engrapó? ¿Para no perderlo? ¿Para perderlo todo junto si lo perdía?
Hipótesis, por favor.

Sea lo que sea, a partir de hoy albergaré fe ciega en los horóscopos de cualquier revista chafas.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 10:51 ¤