23.6.06
museos vs panfletos


Anoche, en el Museo de las Intervenciones, se presentó el libro Iker Larrauri Prado, museógrafo mexicano.

De los cuatro presentadores, de todos entre el público, se conjugó una sensación clara: los amigos de Iker somos también, necesariamente, sus alumnos. Comparto: aprendo cada jueves algo, sentada en su comedor. Hablé de él cuando inicié este blog y hablé de él cuando escribí mi carta pide-beca, de cuando llegué deprimida a decirle que sentía haber nacido demasiado tarde y él me dijo que a mi edad, prepa 1, ciudad reducida aún con ríos, frente a Diego Rivera soplándole trucos, sentía exactamente lo mismo.

Pero muchísima más gente ha sido marcada por Iker. Todos los que hayan visitado el museo de antropología y recuerden con cariño chapotear en el caracol del patio, escultura suya, o bien quien recuerde los murales que pintó para retratar el episodio del estrecho de Bering y que, además de en el museo, nos chutamos en los libros de la SEP. O todos los que visitaron el museo de la Venta en Tabasco, o el de Xalapa, o el olímpico en Suiza, o -suertudos- el del Cairo. Todos los que hayan visitado la Cámara Secreta del Templo de las Inscripciones, en Palenque. Todo el que haya recorrido la carretera hacia Xalapa y se haya extrañado con unas construcciones en formo de cono, sin saber que son graneros, que su peculiaridad yace en que no necesitan planos ni medidas ni medidores para edificarse y cualquier campesino o agricultor, con un poco de cemento y un sistema de palos e hilos, puede construirlos sin fallo arquitectónico; sin saber que Iker los inventó.

Ayer, al final del homenaje Iker tomó el micrófono y nos recordó cómo, aunque nadie los lea, los créditos que aparecen al final de las películas representan una victoria sindical que aún no consiguen quienes se dedican a los museos. Contó de cuántos museos han borrado las listas de participantes; habló de cómo montar una exposición es un trabajo de equipo en el que participa mucha gente que queda en el anonimato. Nos invitó a reconocer el trabajo de museógrafos, electricistas, carpinteros, curadores y voluntarios.

Los museos, afirmó, no son un lujo sino un bien necesario. Para él, una obligación. Protestó férreamente contra el absurdo de las cuotas de entrada: los museos son una herramienta para generar conocimiento que debe justamente ser accesible para todos, sin requerimientos de conocimiento previo, léase: de educación y otras credenciales que, desgraciadamente, aún pertenecen a una elite.

"Los niños tienen el hábito y la tendencia —que es humana, ningún otro bicho en el mundo lo práctica— de recoger canicas, piedras, estampas y cuanto hay. Esto despierta su deseo de coleccionar, intercambiar y enriquecer su colección. Esa es una apreciación de un objeto; la semilla de la posible apreciación de las grandes obras. El museo tiene una misión, es una institución pública de servicio y tiene una utilidad social. Existe porque hay objetos dignos de guardarse, pero también porque hay público al cual entregarle el significado y valor de esos materiales, porque para guardar cosas están las bodegas, pero en un museo no tiene sentido hacerlo si no es para que se vean".

Iker dijo ayer frente a mucha gente algo que se siente desde la primera vez que uno habla con él: “ser museógrafo no es distinto a ser cualquier otra cosa. Estamos en este mundo para trabajar. Trabajemos en aquello que nos apasiona.”

La pasión y el respeto que transmite Iker a cada paso, me brindan un tranquilizador parapeto frente al retortijón que me provocan las consignas políticas

Lo intento pero no encuentro una sola que no sea ofensiva o, por lo menos, sosa: “no más botas, queremos pantalones, si se te acaba la tinta o no sabes escribir, vota en la casilla en blanco, te va a ir muy bien rumbo a la victoria”

¿Cuál es cuál? todo igual...

“Tu Rock es Votar y Unicef se unen por el sufragio para una mejor educación”

(…¿por qué a nadie se le ocurre unirse por una mejor educación para que a la hora del sufragio el panorama no sea tan triste?)

no lo sé, no lo sé, no lo sé…

Un museógrafo junta objetos, los organiza en grupos que resulten atractivos, los dispone con un ímpetu estético a la par de una voluntad práctica. Yo parto al bosque con mi libro Iker y con mis ganas de escribir, porque, finalmente, es mi trabajo y es mi pasión: juntar palabras, acomodarlas en grupos, pegarlas ahí donde queden bien y digan algo.Que el lector tenga dónde dejar sus pertenencias, tomar un refrigerio, salir corriendo si así lo desea.

Frente a la implacable mediocridad de las campañas políticas, valga la sutileza del trabajo de hormiga que realiza todo museógrafo y todo escritor.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 14:12 ¤