19.6.06
been there, done that
Presentamos libro y empezó el rol: fuimos a tatemarnos la nariz a la Rumorosa donde una casita (“la casa de piedra”) ha hecho las veces de vacacionario para gobernadores, escondite para narcos y sede de rituales perversos. O así lo afirma el cuidador que nos quiere cobrar diez pesotes (5 por cabeza, es que ahora esto es propiedad privada) pero al final nos deja pasar porque, honestly, ¿quién trepa al cerro con dinero? Nosotros no. Y se apiada. Nos cuenta que en el piso había una cruz grabada, satánica, dice, y nos muestra la mancha del cemento con que la cubrieron. El tipo pasa ahí toda la semana, solo entre las piedras y la vista al valle y la laguna salada. Los domingos baja a Mexicali y vuelve el martes. Nos invita a acampar. Pienso en su vida y me da entre mucho miedo y mucha envidia. Bajamos al coche donde Tere espera con la pata vendada. Enfilamos hacia el valle. La carretera va en picada. En cada curva pueden verse entre las rocas los esqueletos de cientos de automóviles. Algunos están frescos, conservan el color. Otros, ya oxidados, combinan más con la cañada.

No digiero aún la belleza del desierto.
No la comparto, no podría vivir ahí.
Pero me estremece.
De hecho, no recuerdo hace cuántos viajes, años, kilómetros atrás, que no me arrancaba un paisaje unas lágrimas.
La Rumorosa te extirpa los suspiros, te agota las palabras.

Al día siguiente vamos a donde la barda surca la playa. Ecribiré un día sobre el mar encarcelado: de este lado las familias, las chelas, la banda; de aquél la bordel patrol. Hay un señor de pie frente a la barda. No se mueve más que para levantarse un poco la gorra y bajarla de nuevo. Po dice: "está planeando cómo volver porque lo deportaron y la familia se le quedó al otro lado". Y sonreímos amargo, porque es altamente factible.

Todo ahora es frontera en mi cabeza. Estoy de paso y leo mal la ciudad. La Revo, la línea, el cerco, el ocio, el borde. ¿Qué viene siendo eso de vivir al borde? Al borde de qué y, si la tierra es redonda, ¿no nos libra la redondez de todo filo?

Evidentemente no.

Las fronteras cortan en maneras que no entiendo.


(A falta de léxico, pienso aturdir mi blog con la iconografía de la última semana, pero será hasta que Po mande un cd lleno de fotos. Ahora sólo una: (ayer fui por la mañana a una piñata y por la noche al circo -qué rudo es Tijuana- Bostich rifó pero tocó nada, una media hora quizás…)


¿Y ahora? Ahora estoy de vuelta.

Tac fue por mí al odioso aeropuerto de Toluca, en una camioneta de pintor gringo. Ahora que mande todo a volar para irme a rolar por la Baja, cruzaré al otro lado y compraré una camioneta vieja de pintor gringo. Le pondré un colchón, aprenderé a estacionarme y seré feliz.

Mientras tanto aquí hace un frío de la chingada, hay kilos de chamba y no da miedo ir a pie a la tienda …ya, ya, regrésenme a Tijuana.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 00:47 ¤