29.7.08
bodana
Pues ya está: Pierre y Ana casáronse, ahora en Mex. Fue hermoso. El Mils inventó un ritual que aunque fue juzgado de "boda de escuela activa" acabó haciéndonos muy felices a todos. Lo más agotador fueron las telas. El chiste es que hubiera telas y plumones en las mesas, para que cada invitado anotara un mensaje pa los novios. Eran 150 cuadrados de telas de colores y una tal Jufresa -un día antes de la boda- tuvo la idea de que para amarrarlos debían tener cada uno, en cada esquina, un linstoncito. Primero me vieron medio feo pero a la hora de la hora todos le entraron a la amarradera:

(nótese que Mila y Duende prefirieron coserlos... so old school, tuvimos que reprimirlas porque la verdá es que avanzaban re lento...)

La otra cosa laboriosa fue armar el laberinto. Era un laberinto huichol que los novios debían recorrer. Ésa era la parte más ceremonia de la ceremonia: lo recorrían de espaldas y al encontrarse... estaban casados.

Cuando faltaba un mes para la boda, teníamos un elegantísimo plan de construir el laberinto en alambre y colgarlo del techo para que descendiera sobre la tarima a la hora del ritual. Cuando faltaba un día para la boda, decidimos pintarlo en una gran tela. He aquí el comienzo de la pintada: lo que se dice "la maqueta interactiva"



Bueno... hubo algunos impedimentos...



Pero al final todo salió muy bien. El sábado Klaus y Rodrigo se treparon en unas largas escaleras y colgaron 300 papeles picados (de todos los colores: palomitas, flores, "Ana y Pierre" y "Felicidades") que Mila había mandado hacer por internet. (Esa anécdota casi que amerita un post aparte: cómo encontrar decoraciones típicas en medios alternativos...) Había sillas amarrillas, rojas y naranjas, y las mesas empezaron a llenarse de platos, cubiertos y mis bellísimos bultitos de 10 telas -con 4 listones cada una, muchas gracias.

Eventualmente todos nos bañamos y emperifollamos. Llegó Abril guapísima en vestido a pedir zapatos, pero acabó usando sus dr martins bajo el vestido largo: detashazo. Tuvimos sesiones de pasadores, maquillajes, planchadurías, y al final así (aquí algún día habrá una foto) nos veíamos todos: des-pam-pa-nan-tes.

Bajamos con nuestros nuevos looks y fueron llegando poco a poco los demás invitados. Hicieron aparición unos caballitos comestibles -hechos con pepino, zanahoria y jícama- que nunca probé pero se veían rete lindos. A eso de las 3 o 4 entró la banda de chinelos a todo lo que da la tambora y junto con ellos los meseros con el mole. De vez en cuando nos parábamos a asomarnos en las otras mesas para checar que la gente estuviera deshaciendo mis bultitos para escribir en sus telas. Un hit, if I may say so.

Después de comer volvió a sonar la banda y entonces los delegados acarreamos a la gente alrededor de la tarima. Cada mamá colocó en un lado de la tarima su tela. Luego Raúl, su padre, cargó a Ana y JB, amigo de Pierre importado desde Lyon, cargó a Pierre. Los colocaron paraditos sobre su cuadrado de tela materna. Luego, cada invitado pasó a amarrar su tela alrededor del cuadrito de cada uno de los novios, y se fue formando un enorme telar de muchos colores y muchos mensajes. (Más tarde acabamos enredando a los novios en él, y aunque eso no estaba planeado, fue una de las mejores partes.)

Los novios recorrieron el laberinto y al encontrarse hubo mucho beso, aplauso, arroz (bueno no hubo arroz pero como si hubiera habido). Y entonces Ana aventó su ramo hecho de atrapanovios de colores que volaron en todas direcciones. (Era un guiño a la justicia universal: ¡estamos cansados de que el ramo le toque a una sola morra!). Mucho más tarde aventó la liga (le decíamos "liguero" pero cuando Ny, Chofs y yo fuimos a comprarlo nos regañaron arduamente en la tienda de novias: "el liguero detiene las medias, la novia lo que lleva es una liga", uf...). Lo cachó el Aletz. A mí eso me parece bien: ¡ya cásate, Aletz, nosotros te amarramos tus listoncitos!

El viernes, después de tanto preparativo, nos fuimos a dormir agotados, dispuestos a reposar el esqueleto para el bailongo del sábado. (Cabe destacar que la musicalización del bailongo corrió por cuenta del Don Dani y el Onder, a quienes les estaremos para siempre projundamente agradecidos). Pero un poco antes de ir a reposar, cuando habíamos terminado con los listoncitos, me senté un rato con JB -quien no habla español- a traducir el speech que daría al día siguiente en español.

Y traduciendo se me había ido despertando el vicio del palabreo: para cuando subí a mi cuarto ya era irremediable: tenía instalada la cosquillita de la escribidera. Así que en vez de dormir me puse a escribir en una libretita, y a la mañana siguiente bajé en pijama para solicitar permiso de los novios para leer algo en la fiesta. Ana dio brinquitos y Pierre me abrazó. Yo eso lo interpreté como un afirmativo y al final de la ceremonia del laberinto y el telar, después del de JB, tomé el micrófono y -aunque me temblaba todo el cuerpo y en varios párrafos casi lloro- leí este spich:

26.07.08

Anoche se me acercó Pierre y me dijo “estoy emocionado”. Acababa de pasar una media hora frente a un comal, preparando quesadillas para un alemán semi español, una inglesa medio brasileña, un escalador, su mejor amigo de la prepa, su cuñada -que es bailarina y es también mi amiga más antigua- y para una mexicana de nombres y apellidos tan impronunciables que todos siempre la hemos llamado “Mila”. Viendo aquel desorden de idiomas y cariños entrelazándose con toda naturalidad entre el queso y las tortillas, recordé una vez más esta anécdota:

Serían los bajos noventas. Estábamos en los mismos bungaloes de cada año, en Casitas, Veracruz. Como cada año, estaban mis primos y las Rechtman: Ana y Paula. Pero ese año Ana -tres años mayor que Paula y yo-, había dado un insospechado salto hacia esa historia sin fin que por ahí llaman “madurez”, optando por abandonar nuestras coreografías acuáticas en pos de un libro. ¡Un libro! Habrase oído cosa más vil.

Ana se echaba en horizontal y se pasaba horas leyendo. Como si allá afuera no hubiera el mar, como si dentro de ella sucedieran juegos de los que no podíamos participar los demás, y a mi eso me daba muchos celos. Sentía que habíamos perdido a Ana para siempre, que se nos había pasado al bando de esa gente rara que prefería los camastros al agua. Bando al que, lo tenía muy claro, yo no ingresaría jamás.

Más tarde, claro, yo también entendí todo el bla bla de los libros, pero la historia con Ana se repitió muchas veces más. Estuvieron las mudanzas, la manejada en carretera, la carrera, la albañilería, la vida en pareja… todos pasos en los que miré a Ana precederme. Y aunque de ella aprendí que no había recetas, siempre otorga cierta tranquilidad saber que alguien nos ha precedido.

Anoche, sobre un plato de quesadillas multiculturales, yo entendí esto: pueden divergir los caminos y ampliarse los horizontes, pero en el mundo entero existe una sola persona que yo considere mi hermana mayor, y esa persona es Ana.

Así que ahora que se casa (por segunda vez pero con el mismo) me resulta natural mirarla con admiración y como esperando que la alegría que destila cuando está con Pierre, sea también hereditaria: que nos inunde a todos algún día.

Armados de “El libro de las tartas” y los muchos pairex de esta casa, los novios llevan tres días haciendo pasteles. Son postres que, intuyo, tendrán el sabor de la emoción de él, y el regusto dulce de la dulzura de ella. Son postres de paz, porque siempre otorga cierta tranquilidad que haya gente como Ana y Pierre, gente cuya suma le suma belleza al mundo.

Sólo queda pues, invitarlos a todos ustedes a probar los pasteles de esta feliz y por demás sabrosa pareja de novios. Y brindar por ellos. Brindemos.


¡Brindemos!
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 12:53 ¤ 3 posdatas
24.7.08
super perfundo on the early eve of your day
En esas not so memorables épocas cuando yo "estudiaba" filosofía, algún compañerito de banca (es decir, algún acompañante ocasional de ingesta de café aguado en el patio de la cafetería), me dijo que TENÍA que ver Waking Life. Yo entonces propuse que fuéramos todos a rentarla y verla a mi casa, en lugar de ir a la clase que teníamos. La banda aceptó y la expedición fue un fracaso. O al menos para mí, que detesté la película y tuve que chutarme a seis güeyes "discutiéndola" en mi sala todavía horas después de que se habían acabado las palomitas.

Ni siquiera la detesté; simplemente me pareció que lo chingón era la animación y que lo demás era el exacto mismo bla bla que sosteníamos a diario en la cafetería, pero, eso sí, con Ethan Hawke. Y es que, oigan, Ethan Hawke es Ethan Hawke por más que lo remastericen. Y es que yo de adolescente había sido tan fan de ese guey que hasta mandé traer del gabacho -y leí completa- la novela que escribió. Lo juro.

Es más: recuerdo distintamente sentar a mi padre en la cocina, una tarde cualquiera de la secundaria, para leerle en voz alta un pasaje en el que el personaje de la novela se paraba a media noche para servirse un vaso de leche. La leche se caía y entonces el narrador destilaba projundísimas reflexiones sobre la luz del refri y la mancha blanca en el piso. Cerré el libro orgullosa y mi papá (he´s such a good sport) luchó contra su cara de asco con algún comentario neutralizador englobado por esa típica actitud suya de que lo importante era construir una charla conmigo. Yo me rete ofendí.

El punto es que no había vuelto a pensar en Waking Life desde hace años, pero hoy recibí un regalo post-cumpleañero que me encontentó para siempre con la peli. Me lo dio Graciela y lo construyó Paco. Gustóme mucho mi regalo y tons, para venir a presumirlo escribí este post. Y para titularlo guglié "waking life quotes" y leí algunas. Guardo ésta:

Man on the Train: Hey, are you a dreamer?
Wiley: Yeah.

Ahora, clic en: Waking Jufrex.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 20:34 ¤ 2 posdatas
21.7.08
21 julio 2008
estoy desayunando con el duende. tengo el corazón un poquito doblado. hay rosas en mi mesa y una piñatita cuelga del mueble chueco. el duende está haciendo transacciones bancarias en la computadora. me quiere explicar detalladamente así que yo typeo esto mientras finjo escucharla y luego le pido que ya nomás me diga cuánto le debo. ella lo soluciona todo ((honestly, no sé qué haría sin mi mamá o sin la sensación que propaga su presencia, cuando me abraza y yo lloro y ella dice everything´s going to be all right y lo repite meciéndome, y aunque es más chiquita que yo su abrazo me envuelve, y su frase que calma, como un mantra.)) pero eso fue anoche. ahora me pregunta si pagué cablevisión y le digo que llegó un sobre anaranjado muy simpático pero todavía no lo he abierto. se ríe. "se llaman cuentas", dice. y dice que ya a mi edad debería aprender a lidiar con ellas. yo le sugiero a piropos que vaya aprendiendo a salir por el periódico porque ya a mi edad uno no sabe cuánto tiempo más podrá cruzar la calle sin pedos.

piropos es mi nuevo gato. lo encontró elvia en un estacionamiento. no se movía y ella pensó que lo habían atropellado. lo llevó al veterinario para que lo sacrificaran, pero el doc dijo que no era para tanto, que "sólo" estaba en shock porque llevaba 6 días sin comer. luego elvia me lo trajo con cama, arena y todas esas cosas que los gatos necesitan. ahora vivimos juntos. una convivencia que prospera, a pesar de que lo dejé una semana solito para irme a cancún a los 80 años de mi iaia. elvia lo visitaba y me mandaba reportes. yo familiaba en el caribe y me preguntaba esas viejas preguntas sobre dónde es la casa de uno y cuál la familia.

80 años, imagínese nada más usté lo que no cabe en 80 años.... hicimos gran fiesta con mariachi y cds de música catalana: els segadors a top y esas cosas. mis primas y yo habíamos editado un video festejativo de gente hablando de la iaia. ella estaba allí a ratos, luego se le veía en otra parte. todo fue un poco triste y un poco hermoso. a la 2nda botella de champaña di un discurso. se me quebró la voz pero nunca antes había dado uno, así que orgullosa sí stoy. luego me regresé al df porque todavía faltaba mi fiesta y la boda de ana por organizar. ah, la boda de ana, todavía tengo que escribirle a los djs y cortar telas y entender el ritual. panique!!

en celebración mía de mí (además del fiestongo compartido con la abril en el bar de perico y el comilón con pastel que me hicieron ayer chez iker, y las mañanitas hoy recibidas, y la comida que me harán hoy mis primos, juar juar, cuánta cosa!!), en celebracíon mía de mí, decía, voy a perdonarme el abandono en el que he tenido a este glob.

también, acabo de encontrar que tuve felicitación periodicosa y me tiene contenta. es de pedro, quien, me cuentan, estaba en casa el día que nací, en la casa en que nací. (está al final de este artículo). y esto me hace puente con esto otro: el sábado antes de mi fiesta fue el baby shower de mi amigo el tac y su paula y su panza hermosa. yo no pude ir, pero una extraña nostalgia me hizo apuntar: cuando ése de la panza cumpla 25 hay que hacerle un gran reven, o un post (para entonces los blogs serán 3d y yo seré experta en programación) o, cuando menos, asegurarse de que haya aprendido a perdonarse.

también, cuando me pasen fotos de la gran fiesta del sábado, las pondré acá y diré cosas como: "qué bien que me veía con mi nuevo vestido ((nota: de verdad me compré un vestido!!)), he dejado de ser un capullo para ser una flor, etcétera.."

siempre, cuando empaco para dejar una vez más cancún, mi iaia hace la broma de pasarme las tijeras y decirme que yo nada más corte lo que desborda. (25 años... imagínese nada más usté lo que no cabe allí. lo que no falta por caber.) recorto los desdobles de la emoción desbordada. empuño esas tijeras: que se me despliegue el ánimo y los amores me inunden más que hundirme. empuño la navaja de lo celebratorio, el cutter de los cariños cantarines, el filo de la vida que prosigue, que hoy -¿por qué no hoy?- empieza.

there: hoy cumplo 25 años.

abro.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 11:49 ¤ 11 posdatas
8.7.08
y con ustedes....


el VEINTIÚNICOOOO enchufe de todo el aeropuerto benito juárez
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 18:37 ¤ 10 posdatas
1.7.08
mirillas es un lugar
Hay espacios –puertas, partes- que alimentados nutren huecos que no sabíamos nos perforaban. Y hay puertas que abiertas dislocan marcos antes sostenidos sólo por el temor a asomarnos. Mirillas: hay partes donde lo dislocado es lo que embona, hay piezas que no faltaban hasta que aparecen y apariciones cuya luz no hace falta pensar. Va mejor saltar. Pun chin cuás. Pero yo tengo historial de paracaídas. Me tiro, me abro, me elevo, caigo. Luego pienso. Y en lo que pienso cuando aterrizada pienso, es en endivias. En una endivia. En una hoja de endivia. Una hojita de nada, un capricho del tipo de ensalada que yo nunca preparo en casa. Pero la tengo. Tengo la fragilidad de la endivia. Y en lo que pienso, también, es en la sabrosidad de la endivia. Vamos, que es una hoja rica en lo que “rica” engloba. Pero tiene historial de dobleces. Y nadie como ella para plegarse con gracia. La endivia no se rompe; se quiebra. Una diferencia sutil, si se quiere, pero todo es sutil en materia de gracia. Dejarse caer y, en vez de romperse, quebrarse, habla de una elegancia de altura. (Un poco como cuando, mirado desde muy alto, el mar resulta plastilina. Parece detenido. Como si las olas no fuesen más que la rugosidad natural de un manto, los pliegues ocasionales que provoca el viento en la tela; una cuestión de suerte, de porte.) Y en lo que pienso, también, es que me encabrona que “endivia” se parezca tanto a “envidia”. No tiene nada que ver. Punto menos para los lenguajires. O como se llamen. Los definidores. Esos truhanes del balbuceo feliz, esos asesinos del tacto. Me toco: mi mano arde de cítrico. Es porque hoy cortamos unas naranjas verdes que resultaron mandarinas. Y todo huele a lo fresco, al fruto que no cayó por su propio peso, a esa incerteza tan exquisita como inhabitable: vaivén pausado entre el placer y el pánico. Ovillo. Tengo historial de ovillo. Me enredo en mi lugar. Crezco sin ramas: todo para adentro. En redondeles. Tengo tendencia al repliegue, mi impulso es el de la ola. Vamos que, como todos: tengo historial de umbrales. Heme: una endivia acodada en un pretil demasiado alto. Hay lugares para saltar, resquicios para planear, ahora mismo respirar es suficiente. Me encabrona que “suficiente” no exista como verbo. Yo suficenteo. Tú suficienteas. Punto menos para los acuñadores de verbos (esos asesines del trote, esos truhanes del baile). Espacio. Respiro. Arranco. Y es que los huecos, en el fondo, nos los conocemos perfectamente: van implícitos en cada puerta que abrimos. (¿Es que los umbrales que cruzamos nos esperaban desde siempre?) Cuando madura algo y el propio peso de lo obvio echa su luz sobre lo incompletos que andábamos, cae el fruto. Lo que se dice el veinte. Engendra las sonrisas, las más nutritivas, las más dolorosas. Placer y pánico: menjurje de altura. A veces (sí, a veces) el mar se detiene –es verdad, es de cera- y a veces vuelan las endivias. Todas las endivias de todas las ensaladas: con permisito, me apetece un salto mortal. Y hay que verlas, ¡hay que verlas!, tan elegantes (sí, por la gracia), tan sólida su fragilidad... Pero no hay público: las endivias flotan sin encuadre. Mirillas: vuelo natural y viento y roces suaves. Mitigados los temores, tumbados los marcos, descubiertos los márgenes; lo que queda es un valle. Lo que se dice la sabana. ¿Cuál fricción, de qué me hablan? Vamos, que todo salto es mortal. (Porque no es eterno, porque termina, porque la definición de mortal es que se acaba.) Todo salto lleva en el nombre su pista de aterrizaje: ese hueco en el que va a caer, el lugar donde va a reacomodarse. Sí, a veces todo está abierto y para todo hay espacio. Para dar espacio. Para darse despacio. Hay espacio espacio espacio. Espacio es verbo y verbo es al infinitivo. Yo espacio, tú espacias, nosotros verbamos. Abrevamos. Punto para los acuñadores: la endivia suficientea y, por ende, yo espacieo. Yo verbeo.
 
dijo Laia Jufresa en punto de las 03:35 ¤ 7 posdatas